
SOMOS HIJOS DE DIOS
Dios es nuestro Padre, y, como el mejor de los padres, nos ha “regalado” lo más preciado que tiene: A Su Hijo, como modelo de vida, nacido de María, Madre de Dios y Madre nuestra.
De hecho, es el orgullo de ser hijo de Dios el sello que llevamos impreso en el corazón y que nuestros jóvenes lo muestran sin rarezas pero con descarada libertad por las calles y plazas de Sidney. Un orgullo alegre, valiente, natural, servicial y generoso propio de una juventud dispuesta a ser, como decían antiguamente nuestras abuelas, digno hijo de su Padre y a no defraudarlo.
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